El viol o viola es un instrumento musical de cuerda, similar en cuanto a materiales y construcción al violín pero de mayor tamaño y proporciones más variables. Su tesitura se sitúa entre los graves del violín y los agudos del violonchelo y el contrabajo. Es considerada como el Contralto o el Tenor Dramático de la familia de las cuerdas.
La viola posee un notable poder expresivo. De acento más bien suave, recogido y algo melancólico, se presta más a pasajes de poco movimiento que excesivamente rápidos.
Grandes compositores, clásicos. románticos y modernos, apreciando las cualidades sumamente emotivas de este instrumento han escrito obras muy importantes como conciertos, sonatas, suites, etc.
El papel de la viola es fundamental en la orquesta ya que da profundidad y apoyo a la armonía, la hace rica y aterciopelada. Las cuerdas de la viola están afinadas en intervalos de quintas: do, sol, re, la (siendo do la más grave).
Los ejemplares más antiguos que se conservan son dos grandes violas del constructor italiano Gasparo (Bertolotti) da Salò. Aunque se utilizó con mucha frecuencia en numerosas obras antiguas como la ópera Orfeo (1607) de Claudio Monteverdi, la viola pasó a un papel secundario a partir de finales del siglo XVII y durante el siglo XVIII. En esta época se difundió una de menor tamaño.
El alma es una pieza de madera situada bajo el puente, que pone en contacto las tapas superior e inferior. La barra armónica corre bajo la tapa superior, consiguiendo que la caja entera entre en resonancia.
El uso del alma no sólo permitió usar mayores tensiones en las cuerdas, lo que supone mayor sonido, también cambió el carácter y la sonoridad de los instrumentos.
Su posición y su ajuste por tanto son críticos y determinan la calidad y tipo de sonido del instrumento. El contacto del alma con el fondo y la tapa han de ser milimétricamente ajustados y la altura de la misma muy bien calculada, todo ello a fin de conseguir el mejor resultado sonoro y evitar daños en el instrumento.
Para designar los tamaños de las violas se utilizan las pulgadas (1 pulgada = 2,54 cm). Hay violas desde 11’ hasta 16,5’. Dependiendo de la edad y altura de la persona ejecutante se elige un tamaño u otro.
El arco es una vara estrecha, de curva suave, y construida idóneamente en la dura madera del palo brasil o «de Pernambuco» (Caesalpinia echinata), de unos 77 cm de largo, con una cinta de 70 cm constituida por entre 100 y 120 (con un peso de unos 60 gramos según longitud y calibre) crines de cola de caballo, siendo las de mejor calidad las llamadas "Mongolia", que provienen de climas fríos donde el pelo es más fino y resistente. Tal cinta va desde una punta a la otra del arco. Para que las cuerdas vibren y suenen de un modo eficiente, la cinta de cola de caballo del arco debe ser frotada adecuada y regularmente con una resina llamada colofonia (en España se llama "perrubia", de "pez-rubia"). El arco del violín tiene en la parte por la que es tomado un sistema de tornillo que al hacer desplazar la pieza por la cual se aferra un extremo de la cinta de crin hace que ésta se tense o se distienda.
Fragmento de El Violín de Auschwitz.
Maria Àngels Anglada.
El “secretario” del barracón le sacó de su otro mundo. En sueños se encontraba en su taller, tan perfectamente ordenado, trabajando en la construcción de una viola, entre el olor conocido y agradable de la madera, las colas y los barnices –y no el tufo del barracón- . Arriba, su madre canturreaba mientras preparaba la comida, que también producía una fragancia deliciosa. Todo eran sensaciones agradables: el sol doraba las maderas, les arrancaba reflejos como de crepúsculo, cálidos, de oro viejo, teñidos de rojo y, curiosamente, hasta de azul. Contrastando con sus tonos, el acero de su colección de cuchillas de constructor de violines resplandecía con un brillo frío. Todas las piezas sin trabajar aún, cortadas para futuros instrumentos, lucían sus aguas, olorosas; y entre ellas pasaba el aire, secándolas lentamente, de la mano de su hermano el tiempo. Lo había aprendido de su padre: nunca utilizaba una madera que no hubiera sido cortada hacía cinco años. De buen abeto de las montañas y de arce, de árboles donde hubieran anidado las golondrinas. Donde hubiese cantado el viento –como después lo haría el arco- . En el sueño cada pieza y cada herramienta brillaban como si fueran joyas –y de hecho lo eran, las modestas joyas de su corona de artesano-. Soñando, se encontraba en un de los puntos más delicados de su trabajo: colocando en su sitio, en el interior de la viola, el alma, esa pequeña pieza de abeto, de aguas finas y prietas, que estaba a punto de poner vertical, perfectamente recta, justo detrás del pie derecho del puente. Pero ¿qué le pasaba? ¡Las manos le sudaban, el alma se le escurría fuera de lugar, se deslizaba antes de tiempo! Había quedado demasiado corta, inservible. Tendría que volver a empezar todo de nuevo. Pero la viola se volvía honda, honda... Unas manos que le zarandeaban le despertaron en ese momento. La viola se había quedado sin alma. Le pareció un mal presagio. El sueño, sin embargo, no era el culpable. Ni hacía falta buscar lejos ningún mal augurio. Lo tenía delante, allí mismo. El mal presagio era, sencillamente, el alba. El alba de un nuevo día en la Gehenna, en el Campo de los Tres Ríos. Un alba oscura, precursora de un día de claridad gris e indecisa, un viejo cobertor sobre el lecho gastado del sufrimiento. Cualquier pesadilla –pensó- no podía ser peor que la cueldad que los rodeaba y los penetraba tan impalpable como el aire que respiraban."
VIOLA
La viola que actualmente conocemos nace entre los siglos XVI y XVII. Su tamaño es algo mayor que el violín. Sirve de puente sonoro entre éste y el violoncello, lo mismo en el cuarteto de cuerda que en toda formación orquestal. Su timbre es muy bello aunque con tinte dulcemente opaco. Su tesitura central es la mejor y la que conserva además su verdadero carácter. Se sostiene con el brazo izquierdo en posición horizontal, al igual que el violín y se apoya su caja armónica de la misma manera que éste, o sea debajo de la barbilla.Las cuatro cuerdas se afinan en las notas do-sol-re-la (de grave a agudo subiendo en intervalos de quinta). Para su lectura musical emplea las claves de do en tercera línea y sol en segunda (ésta sólo cuando las notas están situadas a bastante altura). Su poder expresivo es notable. De acento mas bien suave, recogido y algo melancólico, se presta más a pasajes de poco movimiento que excesivamente rápidos. Entre las obras orquestales en las que tiene asignada partes importantes, figuran la Sinfonía Concertante de Mozart y el poema sinfónico de Richard Strauss «Don Quijote», ambas con carácter solístico, además de otras muchas cuya relación resultaría excesivamente prolija. En el siglo XVII el papel de la viola se limitaba a reforzar la línea del bajo o completaba la armonía. En el siglo XVIII la viola tiene un papel más expuesto (tercer concierto de Brandemburgo). En este siglo Telemann compone el primer concierto para viola en 1731. En los cien años siguientes se alcanza la edad dorada de la historia de la viola. Se componen 150 conciertos por varios compositores como Stamitz, Hoffmeister, Zelter, Rolla... Durante el renacimiento, la familia de la viola original se dividió en dos ramas: las violas "da braccio" y las violas "da gamba". Las violas de brazo quedaron relegadas a las tabernas, en donde tocaban músicas populares; mientras que las violas de gamba eran exclusivas de las cortes más refinadas. Este instrumento acabó cayendo en desuso y el violín fue sustituyéndolo por su brillantez. Los compositores preferían dicho instrumento por su amplitud sonora y la agilidad en vez de la delicadeza de las violas de gamba. |
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